¿PARA QUÉ EDUCAMOS?
La educación es bastante importante ya que de ella depende nuestra concepción de la realidad y de vida interviniendo en nuestra formación como seres pensantes, sociales, políticos, morales, etcétera, y en nuestra proyección de un futuro. La que se encarga de problematizar cada aspecto de esta es la filosofía de la educación. Una cuestión concerniente es ¿para qué educamos?, o ¿Cuál es el objetivo de la educación? Partiendo de esas preguntas está claro que merece un trato ontológico y para ello es necesario desvincularnos de toda consideración practica e inmiscuirnos en lo teórico. La apertura del análisis comienza con la premisa: “el hombre es un animal doméstico, el más domestico de todos los animales”, la cualidad de doméstico se considera en relación a un animal corriente, como aquella transformación a lo sensible que puede distinguirse notablemente de una especie salvaje primitiva, gracias a ciertas condiciones que ofrecen tal cambio, como la casa humana y el modo de vida que impone este medio. La especie humana es la superación de lo primitivo y salvaje, es aquello sensible gracias a una prolongada formación durante milenios donde se crea una atmósfera de “tranquilidad” y “descanso” que consiente el desarrollo interno cultural-social. El individuo, gracias a ese proceso de desvinculación con su naturaleza primitiva salvaje, logra liberarse de todas sus ataduras o limitaciones que posee en tal estado, se superpone a su naturaleza y logra establecerse en un estado “artificial”, que refiere a todo lo que conocemos, las relaciones sociales, económicas, políticas, tecnológicas, artísticas, culturales, etcétera. Desde Rousseau, en esencia, el hombre pierde junto a su naturaleza su verdadera libertad y se sumerge en lo “artificial” una libertad convencional. Entonces, si se analiza desde tal propuesta de que la libertad es una desnaturalización, se plantea lo siguiente: la educación es liberadora y a la vez es limitadora. El mundo “artificial” en el cual nos encontramos propone sus estándares y en los muchos tantos tipos, un sistema educativo; así que la educación puede prestarse como una herramienta de dominación.
Algunos filósofos consideran que la educación al igual que la religión es un instrumento para gobernar a las masas o al pueblo, algunos otros en contra de los “burgueses” afirmando que si hay filósofos de la educación pertenecientes a una posición cómoda estos producirían filosofías idealistas que nada tengan que ver con la realidad social y educativa de las personas. La educación o la transmisión de los conocimientos que se promovía en la Grecia antigua era un tanto hacia el amor a la sabiduría, al cultivo del alma y los valores. Sin embargo, la filosofía ha trascendido aquella característica que posee etimológicamente. La actitud filosófica es aquello que todo ser humano debe anhelar y cultivar, porque sin ella el hombre sería un simple objeto de dominio en todos los aspectos de la vida social. El libre albedrío en nuestra “nueva naturaleza” o la “artificialidad” que creamos debe estar compuesta de aquel pensamiento libre, el de no quedarnos satisfechos con una imposición porque lamentablemente no sabemos profundizar sobre el asunto, sino, poseer esa ambición de querer informarnos y así cuestionar lo que se nos interponga y por último optar por lo que nuestros principios bien estructurados nos indican.
Para finalizar, se propone cómo la actitud filosófica en la educación y en la vida nos libera frente a los aspectos que influyen en la dominación de las masas. Al dedicar tiempo a la educación en el país, se fortalecerán las bases para cada aspecto del desarrollo que se ha propuesto como país-sociedad. La filosofía debe ser parte de los nuevos planes de estudio de educación regular para capacitar a los ciudadanos.
Créditos: ACTAS CONAFIL 2019, PAG. 134
Ir a: https://drive.google.com/file/d/189rSqP9g26k5q7mDu9gId6wucJBre0Is/view
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